A la vista de lo que está ocurriendo en la Cultura de este país, no tengo más remedio que estremecerme. El Ayuntamiento de Madrid, que sigue en manos del mismo partido, se desprende, sin justificar su propia política, de uno de los equipos más importantes e influyentes al frente de un teatro público. Me refiero al Teatro Español de Madrid. Mario Gas y su equipo lograron desenterrar al coliseo madrileño de la caspa miserable al que lo había llevado Gustavo Pérez Puig y Mara Recatero. No los culpo a ellos. No hicieron otra cosa que trasladar sus criterios artísticos-mercantiles, de una empresa privada, a lo que debe ser un servicio público. La culpa no era más que de ese pobre alcalde llamado Álvarez del Manzano.
Marío Gas ha acercado más que ningún otro, con una programación ejemplar, al resto de los teatros europeos . Se ha creado un público jóven al incluir en su programación las dos salas de las Naves del Matadero, lugar común ya, para el encuentro de las vanguardias. Y, justo, con las cuatro salas llenas, el nuevo responsable de cultura (persona poco de fiar, si tenemos en cuenta la falta de consideración hacia su antecesora, verdadero motor de estos proyectos) se deshace de este equipo con el argumentos (?) de hacer de Madrid una moderna Nueva York. Y para ello elige como responsable de todos los teatros municipales a un señor, de curriculum misterioso, y obsesionado (casi como Mia Farrow) por Woody Allen. De verdad, penoso e injustificable.
Valga esto de adelanto a lo que me temo que mi ministro vaya por unas sendas tenebrosas: su obsesión por vender la m,arca de España; su afán de buscar patrocinios, su impertinencia para que las tiendas, las entradas, las localidades etc, den mejores beneficios. Pero, los toros deben figurar como el máximo exponente de nuestra cultura patria.
Pobre Talía y pobre Velázquez y pobre Lope, y pobre Falla...tendrán que seguir ganándose la vida. Con perdón